Señala que entre escolares predomina sólo la adquisición de habilidades cognitivas.
Hoy existe consenso en que sin creatividad, sin dialogar con respeto o trabajar en grupo, difícilmente se puede lograr un buen desempeño.
Esas habilidades, junto al pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas (habilidades cognitivas), son algunas de las llamadas “competencias del siglo XXI”, definidas claves en una educación integral.
¿Qué tan presentes están el el currículo escolar chileno? Son débiles, resume el libro Teaching and Learning for the XXI Century, editado por la U. de Harvard, que afirma que en el sistema educativo nacional predominan las habilidades cognitivas, pero las habilidades interpersonales e intrapersonales no están bien desarrolladas.
El texto, que analizó los objetivos educacionales de las políticas públicas y currículos de Chile, China, India, México, Singapur y EE.UU., dice que Singapur, nación con el sistema educativo con mejor clasificación internacional, tiene énfasis en educación basada en valores. Además, muestra una estrecha alianza entre el Ministerio de Educación, el Instituto Nacional de Educación (formadora de docentes) y las escuelas, lo que facilita la implementación de las competencias del siglo 21.
Un escenario muy distinto al de Chile, dicen los académicos Cristián Bellei y Liliana Morawietz, del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la U. de Chile (Ciae), a cargo del capítulo chileno de la publicación, quienes estudiaron el avance de las competencias del siglo XXI introducidas en el marco curricular desde mediados de los años 90.
Introducir ese enfoque ha enfrentado muchas dificultades, desde alcanzar un consenso entre creadores de política educativa, hasta adoptar los materiales adecuados de formación y enseñanza de la implementación de nuevas ideas.
En general, en el currículo chileno, hay una aproximación. “Pero hay un énfasis, que en Chile es mucho más claro, en la dimensión cognitiva, un menor énfasis en las dimensiones sociales, y todavía mucho menos en las dimensiones más personales”, dice Bellei.
La razón del desequilibrio, se debe a la relevancia que tiene la adquisición de habilidades básicas de lectura, escritura y matemáticas, por el bajo desempeño en pruebas estandarizadas nacionales e internacionales.
En cambio, las competencias intrapersonales se abordan de manera desigual. Mientras la apertura mental y la autoevaluación positiva se desarrollan a través de objetivos específicos y contenidos en diferentes asignaturas, la ética laboral está restringida a objetivos fundamentales transversales, orientados a influir la experiencia educativa completa de los estudiantes.
Las habilidades interpersonales, en tanto, son escasas. Casi siempre confinadas a actividades y asignaturas que involucran trabajo en equipo, como por ejemplo, en proyectos de Educación Tecnológica.
Es necesario, aclara Morawietz, “que exista la posibilidades de desarrollar habilidades en los tres ámbitos”. Chile tiene un diseño que las incorpora, agrega, pero no tiene un mecanismo para implementarlas.
Y son necesarias. Hoy, pruebas como Pisa incluyen la evaluación de otras capacidades, más allá de la adquisición de conocimientos. “Pisa evalúa por ejemplo el trabajo grupal, porque hay una intensión de promover el desarrollo de esas habilidades en los niños. Estas tienen mucho que ver con las capacidades para desenvolverse en el mundo del trabajo”, dice Morawietz.
Factor Simce
En 1988 se instaló en el sistema escolar el Simce como evaluación para informar el logro y aprendizaje de los estudiantes. Con eso se reorientó la política educativa y los mecanismos de rendición de cuentas.
Pero de ser pensado como un instrumento de información, dice el estudio, pasó a ser una forma de control para las escuelas.
Y esa educación, “alineada fuertemente con los mecanismos de evaluación estandarizadas”, dice Bellei, afecta el desarrollo de otras habilidades.
“Domina la visión de que los aprendizajes básicos son tan deficientes que deberíamos preocuparnos de subir ese piso y que cómo nos vamos a preocupar de otras cosas más sofisticadas”, dice Bellei.
Por eso, se requiere apoyo desde las políticas, “porque si el profesor va a ser evaluado por el puntaje en una prueba que en realidad es disciplinaria, esto pierde sentido”, resalta.