La Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas presentó hoy, 12 de noviembre, los resultados del proyecto “La Relegación como exilio interno”. Un estudio financiado por la Unión Europea y patrocinado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos.
En este acto de memoria las palabras de bienvenida del Secretario Ejecutivo de FASIC, Claudio González, estuvieron marcadas por la reminiscencia de la época en que la institución prestó atención social y psicológica a más de mil personas que fueron relegadas a lo largo del país. En tanto, la idea de su difusión fue compartir la solidaridad prestada, recibida y, hoy plasmada en registros y documentos que FASIC fue almacenando producto de la asistencia a quienes por razones políticas fueron desterrados en su propia tierra. En el mismo tenor estuvieron las representantes de las instituciones que apoyaron este proyecto de archivo, historia y derechos humanos.
María Graciela Acuña, investigadora del proyecto mostró los hitos de la relegación en Chile en distintos ámbitos y, por lo mismo, se refirió a cuatro puntos esenciales que contienen los documentos recopilados, los que a partir de ahora estarán en la página web de FASIC. Un recorrido por los documentos oficiales, las cartas de familiares y amigos, informes de profesionales, y el mapa de los apartados e inhóspitos lugares de relegación forman parte de la base del estudio. Y, junto a ellos, un total de ocho entrevistas a hombres y mujeres de distintas ideologías políticas que cuentan la experiencia de vivir en un lugar lejano, marcado por los punteros del reloj y con la incertidumbre de cómo sería la acogida y la reacción de los habitantes que parecía tan ajeno a la represión política que ejercía la dictadura cívico militar en las principales ciudades del país. En este contexto, Nancy Nicholls, historiadora y doctora en sociología hizo un análisis de las experiencias de relegación basándose en los relatos de los testimoniantes. Cada entrevista encierra un sinfín de vivencias que abren interrogantes acerca del comportamiento de las personas frente a una situación inusual e inesperada como era el recibir un relegado que cargaba sólo con lo puesto. El triángulo formado por carabineros, alcaldes y párrocos era el encargado de abrir o cerrar espacios a esta sanción cargada de soledad. En tanto, las capacidades de adaptación dependían de cada cual porque la situación de relegación también daba la posibilidad de transmitir y crear conciencia sobre la represión política, una realidad que a primeras luces no se dimensionaba a cabalidad, menos aún cuando la categoría de “relegado” estaba asociada a un enemigo.
Las reflexiones de Nancy Nicholls y los relatos de los testimoniantes están teñidos de color sepia. Poco a poco aparecen los colores y ello radica en que el silencio, la indiferencia y la acción cobran sentido para la o el relegado; así como para los habitantes del lugar. La década del 80’ es un período donde, aquel (ella) que participaba en una protesta y era detenido (a), recibía el castigo de la relegación. Una situación de dulce y de agraz, una posibilidad, para muchos, de aprender a pasar de la mirada silenciosa a la acción y a la solidaridad.
María Rosa Verdejo
Fundación PIDEE