El paro, tal como la icónica figura de Papelucho o una diario escrito por una niña durante la UP, son parte del libro “Historia de la infancia en el Chile republicano”. “Sigue predominando una mirada algo dulzona, romántica y victimizante de los niños”, advierte el autor.
Niños de una fábrica en huelga, en 1925; el retrato de un niño delincuente, en un periódico de 1950, o una niña que escribe un diario de vida durante la Unidad Popular. Todos ellos son parte del libro “Historia de la infancia en el Chile republicano” (Ediciones de la Junji), una enciclopédica obra de dos tomos de 500 páginas cada uno, repleta de fotografías, que acaba de publica el historiador Jorge Rojas Flores (1964).
Académico de la Universidad Católica, el especialista se propuso recoger en esta exhaustiva y minuciosa investigación que expone la infancia en todos sus aspectos, apoyado de variopinta documentación, tales como revistas, libros, documentos inéditos, diarios, diarios de vida, juguetes, etc, y en diversas entrevistas a protagonistas de los distintos momentos que ha tenido la historia del país, destacan los editores.
Se trata de una iniciativa de la Junta Nacional de Jardines Infantiles por dar a conocer a todo interesado en la materia cómo se ha desarrollado la experiencia de ser niño y niña en Chile desde sus comienzos, pasando por una infancia desprovista de atención a otra a la que se ha comenzado a advertir y resguardar sus derechos, en un país donde la mortalidad infantil ha caído de 82,2 en 1970 a 7,9 en 2005.
La escritura de este libro no fue algo premeditado, en palabras del autor. “Empecé por curiosidad intelectual a indagar en los niños trabajadores y sus formas de organización, incluidas algunas huelgas que descubrí. Por ahí fueron apareciendo otros temas ligados, como los boy scouts, los pioneros, etc. y finalmente se fue tejiendo una trama mucho más compleja”, comenta.
“No me movió escribir la historia de los silenciados o de los marginados. De hecho, no veo a los niños solo como las víctimas de la exclusión adulta”, remata.
La huelga de niños
Rojas es un especialista en la materia. Antes publicó obras como La dictadura de Ibáñez y los sindicatos (1927-1931); La historia de los obreros de la construcción; Los niños cristaleros: trabajo infantil en la industria, entre otros.
La huelga de los niños en la Fábrica Nacional de Vidrios, en 1925, es un buen ejemplo. La protagonizaron sólo infantes y era por aumentos salariales. Según información de 1921, recogida por Rojas en un artículo, en la Fábrica Nacional de Vidrios había 1.261 operarios, de los cuales 383 eran niños, es decir un 30%. El rango se mantuvo entre 25 y 35%, a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX. Una época en la cual el trabajo infantil -plenamente reglamentado- era usual en el campo, la minería, el trabajo doméstico, el comercio y la industria.
“La prensa prestó amplia atención a las condiciones en que se desarrollaba al trabajo infantil en algunas industrias. Los informes de los inspectores del Trabajo también jugaron una función importante. En uno fechado en 1921 la autoridad demostraba preocupación por los peligros que enfrentaban los niños en la Fábrica Nacional de Vidrios, expuestos a altas temperaturas y al fino polvo. Además, se describía el trato violento que aplicaban los capataces, con descuentos salariales, despidos y golpes. En muchas ocasiones agredían a los pequeños ‘con barras de vidrio caliente, dejándolos marcados'”, recoge Rojas en su investigación.
“Aunque la participación laboral infantil fue en declinación, todavía se hablaba de la contratación de niños en la década de 1940”, escribe Rojas en su libro. También constata que algunos de esos niños, como José Campusano, que tempranamente comenzó a trabajar en el campo, luego se transformaron en dirigentes políticos (en este caso, del Partido Comunista).
Un criminal precoz
Por esa misma época, un diario publicaba una crónica titulada “Un criminal precoz”, foto incluida. Contaba la historia de un niño, un “granuja” de cinco años “que ha caído preso más veces que los años que carga”.
El artículo da su nombre completo y cuenta que se ocupa de espiar a la policía y de ayudar a ladrones mayores. Y que carece de padre, mientras su madre lo envía a mendigar y dos hermanos suyos han sido varias veces condenados por ebriedad, hurto y desorden. “Ahora son criminales graduados y pillos titulados”, comenta el autor del artículo.
También escribe que, por su edad, las fuerzas del orden deben liberarlo cada vez. “El juez no sabe qué hacer con ese muñeco, semilla de salteador”, constata.
Una niña en la UP
“Para mí fue sorprendente encontrarme con muchos vacíos, como la ausencia de investigaciones sobre Papelucho, por citar un clásico”, comenta el historiador.
“Recién ahora se está produciendo al respecto, en parte quizás por las páginas que dediqué a ese tema. También pude constatar ciertas constantes, como la dificultad para coordinar una política hacia los niños desde distintos sectores. Durante mucho tiempo la protección de menores quedó radicada en Justicia, como ahora. Durante un tiempo, el protagonismo lo tomó el Ministerio de Salud”.
El libro también recoge cómo vivieron los niños las turbulencias de la violencia política en los años 70.
“En Chile han pasado cosas atroces. Todos creíamos que se iba a armar la guerra civil. Todo estaba en paro. Apenas había comida. No había colegio. Había toque de queda. En el centro había boches con bombas lacrimógenas. Daba mucho miedo. Allende hizo una promesa y todo el comercio abrió. Pero si Allende no cumple su promesa va a empezar de nuevo el paro”, escribe Francisca, una niña de clase media de 11 años, en noviembre de 1972.
Pintura impresionista
El libro de Rojas está integrado, en sus palabras, por “pequeños capítulos que cubren distintas dimensiones, evitando una estructura rígida, dedicada a agotar los aspectos políticos, para seguir luego con los demográficos, luego la vida privada, etc”.
“Decidí ir avanzando como en una pintura impresionista, con manchas, luces y sombras, que en conjunto permite apreciar mejor la complejidad del proceso”, dice.
Aunque señala que en el último tiempo la relación entre la historiografía y la infancia en Chile ha avanzado mucho, “sigue predominando una mirada algo dulzona, romántica y victimizante de los niños”.
“Quizás yo mismo no logro escapar a eso, pero traté de que no me sucediera. Posiblemente es parte de nuestra época, un resabio del siglo XIX, que todavía nos acompaña”.