Son numerosas las personas que en la actualidad optan por crear un vínculo familiar con niños o lactantes que permanecen en centros del Servicio Nacional de Menores o residencias a lo largo del país. Si bien el proceso de adopción es un tanto engorroso y puede durar varios años, sólo en 2014, de acuerdo a un balance realizado por parte del Sename, existieron un total de 590 enlaces que resultaron efectivos. ¿Pero qué ocurre cuando el proceso falla?
Si bien a nivel nacional esta realidad arroja porcentajes bastante bajos, una familia adoptiva sí puede “devolver” a un menor o joven, tanto en el proceso de conexión, como cuando ya son parte de un hogar. ¿Las razones? Estas pueden ir desde desajustes conductuales por parte del adoptado que pueden alterar el funcionamiento familiar o padres que se pueden ver sobrepasados por ciertas situaciones.
Según consigna Terra, entre 2010 y 2013, un total de 38 niños debieron regresar a centros de acogida como resultado de fracasos adoptivos. Pese a que la cifra es menor al total de bebés, niños o jóvenes que lograron encontrar un nuevo hogar durante este mismo periodo (2.364), lo cierto es que el daño psicológico tras sufrir un nuevo rechazo se vuelve un tema complejo, difícil de trabajar y de superar dada la ilusión que todo esto conlleva.
El doble rechazo
Para que un niño llegue a ser susceptible de ser adoptado debe superar un extenso proceso acompañado de un equipo multidisciplinario que vela por encontrar un lugar definitivo. Si bien se va a juicio para acreditar que los papás por diversos motivos no están en condiciones para mantener a los menores, siempre se opta por entregar la tuición de éstos a familiares que cumplan con ciertos requisitos.
Si nadie apela a dicha medida ante la Corte, la unidad de adopción inicia un proceso desarrollando una serie de informes con las características del menor con el objetivo de encontrar una familia, pareja o particular idóneo a las necesidades y realidades de ambos. A partir de este punto es que se comienza a desarrollar un cuidadoso trabajo de vinculación con el nuevo hogar.
Para la psicóloga Consuelo Acevedo, quien se desempeña en una residencia para lactantes y preescolares, son pocos los casos que se pueden dar de adopciones fallidas debido al trabajo previo que se lleva a cabo y donde el riesgo de fracasar es menor.
Según relata la profesional, situaciones como éstas pueden ocurrir muchas veces por “el tiempo prolongado de institucionalización del niño y que puede alterar el funcionamiento familiar o el rechazo de éstos a los padres, ya que recordemos que han sido vulnerados en sus derechos y existe cierto temor a que las malas experiencias puedan volver a ocurrir. El daño emocional también influiría en poder involucrarse sanamente con los nuevos padres. Es por eso que se abordan diversos aspectos con ellos para que no se vean sobrepasados con estas situaciones”.
La edad muchas veces importa
Pero el “rechazo” no sólo se puede dar cuando un pequeño ya es adoptado, sino que se trata de una realidad previa al proceso de conexión con una familia. La edad muchas veces significa un “coto” a la hora de poder tener un hogar.
De acuerdo a las estadísticas, los lactantes son los más cotizados a la hora de concretar una adopción. ¿La razón? Según explica Acevedo se debe a que “los bebés no tienen daños de institucionalización” a diferencia de un niño que ha vivido por aproximadamente 6 años en un centro del Sename.
La otra “ventaja” es que no tienen recuerdos o desarrollado el sentimiento de apego a la familia biológica. “Las personas buscan criarlos desde chicos y entregarles un nuevo ambiente donde ellos se puedan adaptar fácilmente”.
Un niño ya es considerado “grande” para este proceso a aproximadamente los cinco años, es por eso que se otorga la preferencia a extranjeros, quienes también buscan perfiles diversos.
En ese sentido y con el objetivo de dar respuesta al deseo y derecho de vivir en familia es que Chile se relaciona con diversos países mediante sus organismos para intervenir en el programa de adopción, tales como Bélgica, Francia, Noruega, Italia, Alemania y Nueva Zelanda.
Por ello los menores que se buscan para irse al extranjero son:
– Mayores de 5 años de edad.
– Grupos de dos, tres, cuatro y hasta 5 hermanos.
– Niños menores de 5 años de edad con algún problema de salud física o integrante de un grupo de hermanos.
– Víctimas de graves vulneraciones de derechos.
– Víctimas de abandono progresivo y prolongado tiempo de institucionalización (mínimo 2 años).
– Niños con desórdenes en el ámbito conductual, socio afectivo (con o sin tratamiento farmacológico) y con trastornos del apego.
– Con antecedentes mórbidos familiares, como padres con limitaciones intelectuales, trastornos psiquiátricos o de personalidad, con consumo problemático de drogas y/o alcohol, entre otros.
En declaraciones realizadas por la directora del Servicio Nacional de Menores en Bío Bío, Rina Oñate, si bien se han agilizado durante el último tiempo las adopciones, los chilenos continúan prefiriendo los menores a la hora de adoptar.
“Actualmente la mayoría de las parejas chilenas lo hace de cero a dos años, son los matrimonios extranjeros los que hoy día están adoptando a niños mayores, es decir con una media de edad de 6 años. De tal manera que son muchos los niños chilenos que se están yendo al extranjero, que están siendo educados por extranjeros. Eso debe marcar una preocupación para nosotros como país”, sostuvo.
Un caso diferente fue el de Doris Aguilera, quien luego de un proceso de nueve meses, sí, tal como si ella los hubiese gestado, logró adoptar a dos hermanitos de 4 y 5 años. Según lo explicado por esta madre, muchas veces es el temor el que aleja a las parejas de elegir a niños mayores de 3 años.
“Simplemente tienen que perder el miedo. Pasamos las mismas dificultades que todos los papás. No es fácil, pero una vez que lo superas, todo es maravilloso”, apuntó.
El vacío legal
¿Qué ocurre cuando hay un fracaso adoptivo? ¿quién protege a los menores cuando éstos son “devueltos” por las familias? Actualmente la legislación chilena no contempla expresamente este tipo de casos. La Ley de Adopción N° 19.620 en su artículo 38 sólo faculta al adoptado para solicitar la nulidad del proceso en caso de que éste haya sido obtenido de manera ilícita o fraudulenta, pero la adopción es irrevocable.
Si la familia desiste de la idea del enlace previo a que se dicte la sentencia de adopción, no existen mayores inconvenientes desde el punto de vista legal, sino que más bien todo se vuelve un retroceso y el equipo multidisciplinario nuevamente debe buscar un hogar estable para el menor. A su vez este matrimonio que desistió, podría volver buscar un nuevo niño pese a que se tornaría un tanto más complejo el proceso.
En caso de que la justicia falle a favor de la adopción y que las personas se arrepientan previa a la inscripción del pequeño, momento en el cual se concretan todos los efectos de la “nueva vida y familia”, se debe informar al tribunal para que dicha diligencia no se efectúe.
En tanto, si el fracaso se produce de forma posterior a todos los trámites legales y cuando el matrimonio ya lleva un tiempo con el menor, se puede recurrir a la cesión voluntaria, instancia donde los padres dan a conocer su intención de entregar al pequeño en adopción. Si no se contempla esta medida, se trabaja entonces en nuevos informes para declarar al niño como susceptible de ser adoptado con la idea de hallar prontamente otra familia.
Pese a ello, si se manifiesta la idea de “devolución”, existe la intervención de trabajadores sociales y psicólogos, quienes siguen durante un tiempo el proceso de las familias. La idea es recurrir a estos profesionales para superar eventuales conflictos.
Cabe destacar que al momento que se concrete el fracaso, el adoptado ya no podrá permanecer en dicha casa, por tanto se deberá solicitar una medida de protección para que éste pueda ingresar nuevamente a un centro del Sename o residencia de protección.
Así también lo explica la psicóloga Consuelo Acevedo, quien sostiene que es la unidad de adopción quien posteriormente se hace cargo del caso, siendo resguardados con medidas tanto por parte de tribunales como de los programas del Servicio Nacional de Menores.
Posterior a ello es que se comienza a desarrollar “un trabajo reparatorio con el niño afectado”. Pese a ello la profesional recalca que “un menor no está bien en un hogar debido a sus efectos negativos en el área psicológica. La idea es generar un lazo con una familia lo antes posible“.
Por su parte el abogado Juan Paulo Muñoz, quien se desempeña en Tribunales de Familia, aseveró que si bien no le ha tocado presenciar casos de fracasos adoptivos, efectivamente no existiría alguna normativa o ley que proteja a los menores en caso de ser devueltos.
De acuerdo a las últimas cifras emanadas desde el boletín estadístico de niños/as y adolescentes del tercer trimestre de 2014, son un total de 737 los menores a nivel país que esperan por unos padres. Pequeños que muchas veces han sido violentados, que han sobrevivido a la crudeza de enfrentar una vida solos y que más allá de grandes lujos, sólo esperan poder acceder al derecho fundamental de cualquier persona: ser amados y tener un hogar seguro.
Fuente: Radio Biobío