La mayoría de las personas que salieron por cuestiones de amenazas y violencia no pueden volver a su comunidad porque las causas que les forzaron a salir no han variado, lo que trae consigo “un tremendo problema de falta de protección”, dijo el alto comisionado del organismo para la región, José Samaniego.
En América Latina unas ocho millones de personas han abandonado su hogar forzadas por la violencia y persecución, de las cuales más de siete millones está en Colombia, lo que confirma que las crisis de desplazados y refugiados están más cerca de Centroamérica de lo que se pudiera pensar.
Así lo afirmó en una entrevista con Efe el Representante Regional para Centroamérica, Cuba y México de la Oficina del Alto Comisionado para Atención de Refugiados (Acnur), el ecuatoriano José Samaniego, quien lamentó que “año tras año” la cifra de refugiados, de solicitantes de asilo y de personas desplazadas “se sigue incrementando a causa de conflictos, violencia y violaciones de derechos humanos”.
América Central no escapa a esta problemática, con una cifra creciente de refugiados y solicitantes de refugio en los países del llamado Triángulo del Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala) que han salido, señaló, “por las presiones y extorsiones que ejercen grupos criminales como las pandillas y las maras que obligan a las personas a abandonar su hogar y en muchos casos cruzar fronteras”.
Añadió que una cifra estimada indica que en Centroamérica hay entre 175.000 refugiados y solicitantes, de los cuales en el caso de Honduras, que “es el único país que tiene cifras”, se llega “a unas 174.000 personas que se han desplazado”.
Esto refleja, según Samaniego, solo parte de la problemática de movilidad del Norte de América Central.
Resaltó en ese sentido que se calcula que entre 300 mil a 400 mil personas circulan por Centroamérica cada año, en su gran mayoría centroamericanos, y que “cada año unas 250.000 son deportadas desde Estados Unidos y México” y “necesitan de protección y solidaridad”, como el caso de los niños no acompañados.
La mayoría de estas personas que salieron por cuestiones de amenazas y violencia no pueden volver a su comunidad porque las causas que les forzaron a salir no han variado, lo que trae consigo “un tremendo problema de falta de protección”.
Agregó que en el caso de los niños no acompañados “es un drama que lamentablemente estamos viendo en todas las partes del mundo”.
Recordó que solo el año pasado se dio aproximadamente un número de 75.000 menores no acompañados que fueron reconocidos como refugiados.
Sin embargo, Samaniego dijo que esta cifra es “claramente” una subestimación de la dimensión real de la problemática, ya que, detalló, “únicamente en la frontera de Estados Unidos el año pasado fueron detenidos alrededor de 64.000 niños.
El alto funcionario de Acnur consideró que el principio básico que se debe aplicar en beneficio del interés superior del niño “es que exista un debido proceso caso por caso”.
Remarcó que esto es así porque lo principal es “asegurar que el niño no corra peligro al regresar a su país de origen, que se respete el principio de unidad familiar y que el menor pueda tener una vida digna y decente en donde tenga que permanecer”.
Samaniego reiteró que la situación de la región en materia de desplazados, refugiados y solicitantes de asilo es similar a la que se vive mundialmente, pero que “desafortunadamente las cámaras (de los medios) se enfocan en crisis lejanas que tienen mucho más visibilidad”.
Recordó que en 2015 los medios destacaron al niño sirio que murió en las costas europeas, pero que aun así, afirmó, “vale la pena recordar que las crisis están mucho más cerca de nosotros, pueden estar en Centroamérica y estuvieron durante mucho tiempo en Colombia” con el conflicto armado.
“América Latina tiene una larga tradición de asilo y experiencia en temas de cooperación, y tal vez un mensaje en eso es la necesidad que las personas vean que el tema de refugiados no es únicamente un tema del Gobierno sino de las comunidades, la sociedad civil y del sector privado”, resaltó.
“Lo peor”, insistió, “es tener un refugiado excluido, sin hacer nada, sin acceso a un trabajo, sin acceso a la educación”.
Fuente: El Mostrador