Promover la educación en derechos humanos es esencial para emprender camino hacia la formación ciudadana impulsada por el Ministerio de Educación. La entrada en vigencia de la Ley N°20911 nos obliga a oír y actuar frente a lo que parece ser una crisis de valores, donde prima la ausencia de compromiso social y desmotivaciones, tanto para con otros como con el entorno. Estas actitudes de voluntad propia y logros personales no es generalizada; pero si hay que legislar es porque al interior de una sala de clases es escasa la formación sobre el ser ciudadano. Para llegar a ello, sin embargo, hay que sentar bases en aquellos derechos humanos que por ser universales nos brindan la posibilidad de preguntarnos y aprender qué es la tolerancia, la justicia, la no discriminación, el respeto y la dignidad de cada persona, sin importar edad, sexualidad, etnia ni cultura.
Las comunidades educativas no son las únicas que contribuyen a la formación ciudadana, también está la familia y los espacios alternativos que por ser garantes de derechos debieran promover la práctica y participación de principios esenciales que contribuyan a ejercer aquello que conocemos como derechos y deberes. Lo cierto es que a partir del 2017 la tarea recaerá fuertemente sobre los establecimientos educacionales ya que deberán incluir esta materia en sus mallas curriculares “para asumir una vida responsable en una sociedad libre y de orientación hacia el mejoramiento integral de la persona humana, como fundamento del sistema democrático, la justicia social y el progreso”.
Entonces nos vemos enfrentados a sacar esos valores fundamentales de los documentos institucionales, de los discursos traslapados y convertirlos en realidad en las aulas, los espacios recreativos, en la relación entre pares y entre niños, niñas, jóvenes y adultos. ¿Cómo?
De hecho coexisten muchas experiencias virtuosas que si se analizan resultan ser una muestra imprescindible para la vida compartida. Resulta fundamental, también, poder contextualizar este gran tema –formación ciudadana– con características universales para llevarlas al campo de la reflexión y el aprendizaje. A ojos de quienes ya la desarrollan pueden decir que los caminos van desde las actividades lúdicas hasta las posturas más filosóficas. Concretamente, cualquier metodología e innovación es válida para educar en derechos humanos y poner en práctica el Plan de Formación Ciudadana.
Educar en derechos humanos puede ser para muchos educadores y educadoras el primer paso para emprender una tarea que no tiene final porque no es una receta a seguir. Al mismo tiempo, imbuirse en ello tiene más de un sentido. Entre ellos, prepararse para enfrentar el cumplimiento de una ley, y por sobre todo tomar conciencia de que la vida hay que transitarla con coherencia, respeto y dignidad.
María Rosa Verdejo R.
Directora Ejecutiva, PIDEE