Mientras cada vez más adultos en Chile se someten a tratamientos quirúrgicos para bajar de peso, los niños siguen engordando sin que se les enseñe una buena relación con los alimentos.
Por Luz Edwards
2013-04-03
“Detrás de un niño con sobrepeso, lo más frecuente es que haya una familia entera con hábitos poco saludables”.
De acuerdo a los datos dela Junji(Junta Nacional de Jardines Infantiles) un 22% de los niños entre 2 y 5 años de edad tiene sobrepeso y un 10% padece obesidad. Hay regiones que merecen especial preocupación, comoLa Araucanía, donde según cifras de la misma Junji cerca del 45% de los niños entre los 3 meses y los 4 años pesan más de lo adecuado para su edad y su estatura.
Si bien se trata de un problema mundial, Chile está dentro de los países con índices más preocupantes. Al menos de acuerdo al último estudio realizado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), que mostró que un 27,1% de las niñas y un 28,6% de los niños entre 5 a 17 años de nuestro país tienen sobrepeso u obesidad. Estas cifras nos dejaron en el 6° lugar de un ranking de 33 países. Sólo nos “ganaron” Grecia, Estados Unidos, Italia, México y Nueva Zelanda (en ese orden).
Consecuencias para el niño
Es una realidad grave, pues los riesgos asociados al sobrepeso son muchos. Y si comienza en la infancia, más aún.
En el plano psicológico, se ve que los niños gorditos, en general, tienen una vida más complicada que los demás,
pues los molestan en el colegio o se sienten incómodos con su apariencia. Eso los puede volver introvertidos, inseguros y convertirse en una traba para el pleno desarrollo de sus habilidades.
En el plano físico, los niños con sobrepeso u obesidad tienen niveles más elevados de presión arterial, de colesterol y de insulina en la sangre. Eso los hace candidatos más probables para diabetes, hipertensión arterial, problemas respiratorios durante el sueño y anormalidades hormonales en las niñas. Si continúan con sobrepeso en la adultez, posiblemente aparezcan complicaciones cardiovasculares y dolencias en los huesos y articulaciones por el exceso de peso que deben soportar.
Cambio de actitud hacia la comida
Cuando llega un niño con sobrepeso a la consulta de un médico, lo primero que hace el profesional es una encuesta dietaria. Es decir, pregunta qué come el niño, en qué condiciones y cuál es su actividad física. “La mayoría de las veces, el sobrepeso de un niño no tiene misterios: come mucho más de lo que necesita”, explica Silvia Guardia, pediatra y nutrióloga de la Clínica Alemana y del Hospital San Juan de Dios. Cuenta también que detrás de un niño con sobrepeso, lo más frecuente es que haya una familia entera con hábitos poco saludables. “Por esta razón es que los hijos de obesos tienen más probabilidades de serlo, pero no porque sea biológicamente hereditario. Es porque el niño va incorporando las costumbres de esa familia”, describe la especialista.
Por lo mismo,
si se quiere ayudar a los niños a tener un peso saludable, es necesario que cambien los hábitos de todas las personas que viven en la casa.
Que todos entiendan las ventajas que tiene comer de forma sana y hacer más ejercicio.
Algunas inspiraciones para poner en práctica como familia
- Se come para vivir bien, no sólo por rico. Hay que recordar que los seres humanos necesitamos comer para tener energía para nuestras actividades y para que nuestro cuerpo pueda funcionar bien. La idea no es comer cualquier cosa que quite el hambre, sino escoger lo que alimenta. Una manera de ayudar a los niños a comprender esto, es llevarlos de paseo al supermercado y hablarles de cada verdura, de las carnes, lácteos, chocolates y contarles lo que aporta cada uno.
- Uno elige cuándo comer, no la comida. A veces pareciera que la comida eligiera por nosotros. Y después vienen los lamentos de la mamá –“Qué horror, no tenía ni hambre”– , del papá –“Me cae mal la fritura, no sé para qué me la comí”– o de la hermana –“Para compensar voy a comer sólo manzanas por tres días”-. El niño escucha y ve que los adultos no tienen el control, que la comida los domina y afecta sus emociones. Esto hace más probable que el niño tenga una relación poco sana con los alimentos; tal vez se vuelva igual que sus padres y coma todo lo que ve, o puede generar un rechazo a la comida, por considerarla negativa. Los psicólogos ven que muchos casos de trastornos alimenticios comienzan así.
- En vez de prohibir, evitar tentaciones. Poner a los niños a dieta o vigilarlos todo el tiempo para que no coman, no es para nada buena idea. Eso sólo aumenta este “estatus” desmedido que a veces le damos a la comida. Si nuestro hijo es gordito, lo más recomendable es no comprar ni preparar alimentos que él no pueda comer. Así, asegurando una correcta alimentación en la casa, los fines de semana o en los cumpleaños los papás podrán relajarse en vez de controlar si el niño comió o no papas fritas.
- Más actividad física y menos televisión. Los niños debieran hacer, por lo menos, media hora de ejercicio al día. Las opciones van desde andar en bicicleta hasta ayudar a barrer o limpiar los vidrios. Si todavía no han adquirido el gusto por moverse, es importante que los padres los ayuden a forjar el hábito. Que sean ellos los que les propongan apagar la televisión e ir al parque o, si no pueden salir porque tienen cosas que hacer en la casa, pueden poner música y animar al niño a que baile.
MIENTRAS MENOS INDUSTRIALIZADO, MEJOR
– Tomar agua en vez de bebida o jugo.
– Preferir pollo a la plancha o carne molida en vez de salchichas o hamburguesas.
– Evitar “arreglar” las frutas con manjar o azúcar. Esto, además de engordar, les impide a los niños conocer el sabor genuino de las frutas.
Fuente: El Definido
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Castillo C, Álvaro; Kain B, Juliana. Consejería en vida sana y cambio de conductas en escolares obesos: intervención controlada en madres/cuidadoras.Rev chil nutr 2010; 37(2):155-63 Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-75182010000200003&lng=es
Macias M Adriana Ivette, Gordillo S Lucero Guadalupe, Camacho R Esteban Jaime. Hábitos alimentarios de niños en edad escolar y el papel de la educación para la salud. Rev chil nutr 2012; 39(3): 40-43. Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-75182012000300006&lng=es