DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER RURAL

Por: Fundación Agreste, corresponsal de InfoAndina

 

El 15 de octubre de 2008, se proclamó el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Establecido porla Asamblea Generalde Naciones Unidas, reconoce “la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural”.

Las mujeres desempeñan un papel fundamental en las economías rurales de los países desarrollados y en desarrollo. En la mayor parte del mundo participan en la producción de cultivos y el cuidado del ganado, proporcionando alimentos, agua y combustible para sus familias y participando en actividades no agrícolas para diversificar los medios de subsistencia.

La resolución, que procura crear conciencia y difundir la situación que atraviesan las ‘trabajadoras invisibles del mundo’, surgió de la Cuarta Conferencia Mundial sobrela Mujer organizada porla Organización de las Naciones Unidas celebrada en Beijing en 1995.

Las estadísticas sobre género demuestran que la mayoría de los pobres del planeta son mujeres. Sobre ellas, pesa la responsabilidad de alimentar a su familia y a sí mismas, en un contexto de permanente escasez. En general, las mujeres rurales siembran y cosechan pero en ocasiones, también cazan o pescan. Además, llevan agua y leña a la casa, mientras se arreglan para preparar y cocinar los pocos alimentos que se obtienen.

A pesar del rol fundamental que juegan en la economía doméstica de los ámbitos rurales, las mujeres son las últimas en acceder a los recursos, la capacitación y los créditos. En el marco de creciente urbanización global, los hombres jóvenes que están en buenas condiciones físicas parten hacia las ciudades en busca de trabajo remunerado. Mientras, ellas quedan en sus parajes o localidades.

La oficina regional dela Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación (FAO), difundió que de2010 a2013, el número de mujeres latinoamericanas de zonas rurales que trabaja en actividades no agrícolas pasó de 9,6 millones a 14 millones.

El estudio señala que el 45 por ciento de las mujeres mayores de 15 años que habitan en áreas rurales están ocupadas, y sólo el 10 por ciento de ellas trabaja en empleos rurales no agrícolas. El empleo rural no agrícola (que engloba a todos los habitantes rurales que trabajan fuera del sector primario) permite a las mujeres generar ingresos que son claves para su autonomía económica y para la seguridad alimentaria de sus familias. No obstante, el análisis subraya que faltan políticas para mejorar sus condiciones de trabajo, que reflejen estos cambios en la estructura laboral rural.

La Organizaciónde las Naciones Unidas dictaminó que la inversión en la mujer rural equivale a invertir en la seguridad alimentaria. En realidad, son datos del Banco Mundial, que aseveran que los recursos que se destinan a proporcionar instrucción a mujeres y niñas tienen rendimientos más altos que cualquier otro tipo de inversión para los países que están eternamente en vías de desarrollo. Según estableció la institución, a mayor inversión en mujeres rurales, productividad más elevada, crecimiento demográfico menor, tasas de mortandad infantil menos importantes y más conciencia en cuanto a protección del medioambiente.

A 18 años de Beijing persiste una certeza: para que el desarrollo agrícola y rural sea equitativo, eficaz y sostenible, hace falta el reconocimiento expreso del enorme aporte que hace la mujer rural a la producción alimentaria y agrícola.

Una de las mayores trabas que obstaculizan el aumento de la productividad agrícola y de los ingresos de la mujer rural es su falta de seguridad en materia de propiedad o tenencia de la tierra. Ésta implica un conjunto de derechos que no se limitan a la propiedad privada, incluyen otras formas como el arriendo de la tierra pública o el derecho del usuario a la propiedad comunal. Si la titular cuenta con la seguridad de la tenencia, podrá usar la tierra del mejor modo posible, obtener el rendimiento más adecuado y ejercer su derecho frente a los no titulares. Podrá decidir cómo emplear los recursos de la tierra para atender las necesidades inmediatas del hogar y también las inversiones a largo plazo.

Para que estén en condiciones de usar en forma más eficiente a la tierra y por ende, de aumentar su aporte a la seguridad alimentaria, deberán tener acceso a la tierra, al control del manejo de sus recursos y a los incentivos económicos que la seguridad en la tenencia implica.

En Argentina, la referencia legal en la cuestión de género se encuentra en la incorporación dela Convenciónsobrela Eliminaciónde todas las formas de Discriminación dela Mujer, que en 1994 adquiere rango constitucional y que reafirma el derecho de las mujeres rurales al acceso a los recursos y los servicios sociales básicos.

Así, a principios de los años noventa se crearon diferentes instancias institucionales que, desde el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca dela Nación, se orientan a coordinar las acciones de desarrollo rural para constituirlas en una política de Estado. Sin embargo, es necesario que el trabajo de los grupos técnicos esté enmarcado en una política de equidad de género a escala institucional que permita integrarlo y que “se tengan en cuenta las brechas de género, las diferencias de acceso y oportunidad que hay para las mujeres y para los varones en todos los programas a la hora de identificar la población, diagnosticar las demandas, diseñar actividades, asistencia técnica, financiamiento y capacitación”, expresa María Del Carmen Quiroga, Coordinadora del Área de Inclusión y Equidad Rural dela Unidadpara el Cambio Rural (UCAR).

Según advierte la especialista “la falta de información en los censos sobre las actividades que desarrollan las mujeres las invisibiliza. Hay que lograr permear la cuestión de género en todas las instancias y apelar a los datos para lograr políticas concretas”. “Hay que demoler ciertas estructuras y revisar desde el lenguaje hasta la forma de acercamiento de los extensionistas para conocer el famoso ‘quién hace qué’, y tenerlo en cuenta a la hora de las convocatorias y reuniones para asegurarse que todos puedan participar”.