“No es coyuntural”, dicen para descartar que sus movilizaciones sean solo por los últimos casos de impacto público: apuntan a un problema que se arrastra hace años e interpelan al Estado para que la escuela deje de ser un reproductor de desigualdad.
A cuatro años del “mayo feminista”, que consagró la tercera ola del movimiento en Chile, el derecho a estudiar seguras sigue siendo una deuda que hoy concita la protesta de las estudiantes secundarias. Pese a que principios como la paridad y la perspectiva de género han ido ganando terreno en la institucionalidad y conquistando el sentido común, la mediatización de cientos de denuncias de acoso, abuso y violación al interior de los establecimientos educacionales ha sido un balde de agua fría para las autoridades del Estado, las comunidades educativas y la sociedad en su conjunto, toda vez que la escuela sigue sin garantizar un espacio de protección para las menores de edad.
Es así como a partir del caso de los siete alumnos del Liceo José Victorino Lastarria, quienes hostigaban con amenazas de violación y mensajes de alta connotación sexual a las estudiantes de los liceos de Providencia en tanto difundían fotos íntimas sin consentimiento a través de un grupo de WhatsApp llamado “La Manada”, las denuncias y “funas” del tipo han ido en escalada, llegando a conocerse casos que involucran también al profesorado.
Y las manifestaciones rápidamente superaron la zona oriente de la Región Metropolitana. El pasado miércoles cientos de alumnas protestaron en el frontis del Instituto Nacional, en tanto que este jueves, un grupo de apoderadas emplazaron al Liceo Politécnico Andes de Renca producto de una presunta violación que se habría cometido el mismo día y cuya victima sería una alumna de 14 años, quien fue atacada por un estudiante de cuarto medio en el intermedio de recreo.
Así, en un fenómeno que evoca a las protestas del 2018, año en que las estudiantes de educación superior pusieron sobre la mesa la violencia sexual contra las mujeres en las universidades, las secundarias han socializado la violencia que perpetran sus pares, llegando a declamar la demanda de una Educación Sexual Integral a las calles y hasta las afueras del Ministerio de Educación.
Aquilatando el escenario, la vocera del centro de estudiantes del Liceo 7 de Providencia, Matilda del Canto, asevera que la problemática que denuncian está lejos de ser coyuntural, sino que se arrastra desde el movimiento que germinó el “mayo feminista”. En ese sentido la estudiante aseguró que si bien el malestar pudo estar asolapado en el intertanto, ahora volvió a estallar, lo que a su juicio es a todas luces consecuencia de un abandono del Estado.
“Hay una inacción, hay un accionar tardío de parte de las autoridades porque claro, existen protocolos, convivencia escolar, el RISE que es el manual de convivencia, pero al final cada establecimiento actúa de distinta forma y ahí es donde hay un problema porque el accionar a lo mejor que van a tener las autoridades correspondientes al municipio de Santiago es muy distinta a la que va a tener el municipio de Providencia, aparte sus establecimientos obviamente son muy distintos, hay más o menos gente, pero en política de género hay que compartir nexos porque al final esto venía de raíz”, sostuvo.
Es ahí donde la Educación Sexual Integral (ESI) se plantea como la piedra angular del movimiento, señaló, y si bien la Convención Constitucional ha avanzado en esta materia aprobando por 2/3 la moción que consagra este derecho, Del Canto aseveró que las medidas no pueden esperar. En esa línea, dijo necesario comenzar a responder de una vez por todas a las víctimas y hacerse cargo de los victimarios, considerando que la suspensión y el traslado de un establecimiento a otro está lejos de ser una garantía sobre la erradicación de la violencia.
“¿Qué me consta a mí que al liceo al cual él vaya a ser trasladado, o ella, no vuelva a cometer estas mismas acciones, si no hay un acompañamiento a lo mejor psicológico, o de formación educacional o algo que le enseñe a esta persona y la forme nuevamente? Y algo que es deficiente en la educación es que no hay formación respecto a educación sexual, no hay formación respecto a una integralidad, no hay conocimiento de esto porque la única forma que la plantea es por orientación y charlas o reflexiones pero, ¿Qué tanto resultado tiene si en las mismas aulas, docentes siguen cometiendo estas acciones que son completamente reprochables?”, señaló Del Canto, en alusión a los roles de género que promueve la propia literatura escolar.
Ya el 2020, el Instituto de Ciencias Sociales (ICSO) de la Universidad Estatal de O’Higgins (UOH) realizó la encuesta regional “Stop Acoso”, que entre otros resultados reveló que el 42.2 por ciento de los y las encuestadas reconoció haber sido víctimas de acoso sexual en establecimientos educacionales y que en el 72 por ciento de los casos, el hecho se produjo durante la educación media. Adicionalmente, se reportó que el 77.7 por ciento de los casos fueron ejercidos por compañeros.
El escenario que es gran medida desolador. Así lo evalúo la directora de la oficina de Igualdad de Género de la Universidad de Chile, Carmen Andrade, y es que pese a que “uno tiene confianza en que las generaciones jóvenes van precisamente rompiendo los modelos patriarcales que han sido propios de la generación anterior, por el contrario, lo que estamos viendo es que los reproducen y que incluso los intensifican”.
En esa línea, Andrade consideró que la respuesta institucional respecto a la violencia, por cierto debe tener medidas especificas que contemplen protocolos, medidas de protección y fiscales especializados, entre otras disposiciones. Sin embargo debe ir más allá y apuntar a una reforma del sistema educacional en su conjunto.
“Tú puedes tener un estupendo protocolo, una oficina de atención, una fiscalía especializada que investigue los casos, y por otro lado en la práctica educativa cotidiana le seguimos transmitiendo a los niños y niñas estereotipos de género, primacía masculina en todos los aspectos, entonces lo que reciben los jóvenes es un ‘no a la violencia’, y por otro lado un sistema educativo que refuerza la desigualdad”.
¿Qué pasa con la formación de los profesores, con las prácticas, con los textos escolares, con los contenidos de la formación? Alguien puede decir ‘no es que eso no tiene nada que ver’, pero tiene todo que ver porque los colegios son reproductores de desigualdad, entonces si no enfrentamos eso también en forma paralela, vamos a seguir entregando dobles mensajes”, añadió.
Lo anterior, a juicio de la socióloga, no se puede limitar a una educación sexual, sino que se debe transversalizar hacia el modo en que se enseñan las diferentes asignaturas.
“También hay que preguntarse cómo se enseñan las matemáticas, cómo se enseña la historia. Es todo, es el sistema educativo el que hay que poner en cuestión. Hay mucha más evidencia sobre como se reproducen los patrones y las relaciones de género en el sistema escolar incluso que en contraste con el sistema universitario, porque desde hace ya años que tenemos evidencia sobre lo que ocurre en las prácticas educativas escolares y creo que hoy día hay condiciones para poder enfrentarlo con toda la complejidad, no parcialmente”, señaló.
Ahora bien, las redes sociales como canal reproductor de la violencia de género, puede llegar a ser una arista aún más compleja de subsanar. Al respecto Andrade consideró urgente abordar este tema intentando avizorar algún tipo de restricción, considerando que “la violencia de todo tipo está instalada en las redes” y a su juicio “con una cobardía tremenda porque se esconde detrás del anonimato“. Del Canto, por su parte matizó la negatividad de las redes a la luz de las contribuciones que ha devenido en ellas respecto a la facilidad de organizarse, de visibilizar casos y de cuidar al resto de las compañeras a través de las “funas”.
En ese sentido consideró que “en las redes sociales hay una línea muy delgada de lo que puede convertirse en un discurso muy violento a un discurso en el cuál podemos encontrar un beneficio, o un progreso o una ayuda, pero eso es algo que sale un poco de las manos de cada uno y siento que tiene que haber controles desde las mismas aplicaciones”, indicó. En esa línea, más que poner el foco en un plan relativo a las redes sociales, la estudiante secundaria señaló que “si podemos poner atención en cómo nos está afectando y que podemos hacer para generar un espacio y una medida de reparación segura“.
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